Hubo un tiempo en que yo vivía de otra forma : tenía un piso en la ciudad, fumaba, usaba bolso y tenía novio.
Aquel novio, un buen día, en un aniversario me regaló ese encendedor Dupont que veis en la foto, con la fecha del acontecimiento en la parte delantera. Y me encantó.
Tanto me gustó que en lugar de llevarlo en el bolso lo llevaba en el bolsillo, para sentir su tacto (fué entonces cuando me acostumbré a meter las manos en los bolsillos y aun no abandoné la costumbre). Sentía el tacto del amor, del detalle y de la laca China y me sentía incluso poderosa.
Y se lo dije.
(Y, a pesar de eso, ya lo veis, guardo incluso los papeles donde vinieron envueltos y el libro de instrucciones del mechero...qué generación torpe la nuestra, hasta los mecheros necesitaban libro de instrucciones).
Entonces me compró ese longines (es pena que no se vea porque es precioso, pero tiene un espejo en la esfera que, con el flas da en los ojos), para que sintiera el tacto sin necesidad de meter la mano en el bolsillo (el tacto del amor).
Y, como soy bastante rarita, desde ese momento, en vez del tacto del amor sentí el peso del amor.
(Y, a pesar de eso, ya lo veis, guardo incluso los papeles donde vinieron envueltos y el libro de instrucciones del mechero...qué generación torpe la nuestra, hasta los mecheros necesitaban libro de instrucciones).