miércoles, 18 de marzo de 2009

Mis alumnos de 2º de Fútbol Sala


Ahí están. Y permanecerán en mi corazón, viendo pasar el tiempo.
Han sido mis alumnos de tres horas a la semana, cada martes...
A una mujer mayor, como yo, metódica y acostumbrada a acostarme temprano y cenar a las siete de la tarde, el horario, de siete a diez, me partía por el eje. Y me descontrolaba.
Pero todo lo que tenía de malo el horario, lo compensaban ellos con su excelencia. No solamente por el número, que es fácil dar clase a poca gente, sino por su calidad como personas. Su esfuerzo y sus ganas de hacer las cosas, aun después de un trabajo agotador cada uno en lo suyo. Porque no era más pesado el trabajo de Ibán que el de Marnotes, ni el de éste que el de Quique o Luis: cada uno de ellos llegaba a mi clase después de su jornada laboral. Y no buscaban disculpas para no venir: llegaban cuando podían, siempre disculpándose y con una sonrisa.
Fué un lujo y un privilegio ser su "profe". Se lo he dicho de palabra, mirándolos a los ojos, como se dicen las verdades que nos llenan el corazón. Pero quiero que ésto quede aquí, después de la despedida que hemos "celebrado" ayer, aún cuando hemos quedado citados para el mes de mayo, en Paradela. Sin prisas y sin trabajo. Hasta entonces, Quique, Luis, Ibán, Marnotes y Jorge, sabed que me habeis hecho sentirme bien durante todo el curso y, con todo el corazón os deseo que aquellos a los que enseñeis en el futuro, os hagan sentir lo que vosotros me habeis hecho sentir a mi.

martes, 17 de marzo de 2009

Y si yo

Uno de mis primeros "y si yo" fue hacer el techo de madera de la salita, después de ver cómo hacía un artista que me dejó plantada con las cosas a medias.
No puedo decir que fuese un trabajo difícil: la madera era machiembrada y las puntas quedan ocultas por los listones, porque se clava desde arriba en cada listón.Tampoco es demasiado problemático que los cortes no estén bien hechos, porque quedan igualmente ocultos. Fué gratificante por la novedad, pero no meritorio.
A ese trabajo le siguió el encintado de paredes de piedra, que me resultó complicado, tanto porque tuve que aprender a hacer la masa como porque tiene varias complicaciones añadidas: rellenar las grietas, introducir la masa, pasar la esponja y, posteriormente, barnizar con barniz para piedra, que me producía unos colocones la mar de "molones"...
Tanto me entusiasmé con los aprendizajes que decidí comprar la casa de al lado, para ir haciéndola sin prisa (salvo la planchada del tejado , la del piso y el tejado, el resto lo hice todo yo).
Y entonces, me compré un prado, del que otro día contaré la historia.
Y entonces me dije: "siempre soñé con tener un caballo. Si no me lo compro ahora, ya no podré tenerlo nunca porque me lo impedirá la edad"...Y, yo, que le tenía miedo a los caniches pocos años antes, hice que el Cuco formase parte de mi vida cotidiana...