En el centro en el que trabajo, el viernes por la mañana tuvimos actividades. Supongo que la mayor parte de los centros de enseñanza hacen lo mismo.
Hubo muchas y muy diferentes: desde las competiciones deportivas que nunca faltan, a proyecciones de películas de dibujos animados( Galicia tiene una buena producción), pasando por el clásico festival en el que todos cantan villancicos. En fin, un día en el que los alumnos son protagonistas y los mayores aplaudimos a rabiar.
Pero, hubo algo que dejó un poso maravilloso en mi corazón y me hizo recordar a Contrahecho, el hombre que visita el desierto y nos habla de su maravillosa experiencia, el hombre que nos cuenta que a los europeos nos llaman "mañana", porque todo lo haremos mañana, sin pensar que a veces el mañana no existe...El hombre que me hace pensar que la gente del desierto tiene que ser especial, porque la inmensidad, la lejanía del horizonte, nos da la medida de nuestra pequeñez.
Una de las actividades, realizada ya el año anterior con éxito, consistía en que, en estos tiempos donde tanta gente está lejos de su lugar de origen, los foráneos nos explicasen la Navidad de sus tierras: ante nosotros pasó la navidad en Méjico, Colombia, Venezuela, Perú, Argentina y Nigeria.
Nos hablaron de comidas y costumbres... Pero, faltaba alguien: vestida de gala, con su traje de las fiestas, una niña saharaui, que se vino a Ourense con su familia, nos contó sus dos ritos y,después, con una tiernísima voz dijo algo así: nosotros somos muy pobres, pero ese día nos ponemos nuestras mejores ropas y la gente se pide perdón.
Los demás habían hablado de fiesta y comida; ella habló de ropa y sentimientos.
Todavía resuena en mi cabeza: y la gente se pide perdón.
Perdonad que os pida que, antes de acabar el año, os pidais perdón. Gracias.