Ya en el camino, el Chispa desconfía: sus orejas hacia atrás lo dicen claramente. Es como si me preguntara cuáles son mis intenciones. Porque los caballos hablan con las orejas: hacia atrás, hay que hablarles y tranquilizarlos; paulatinamente las van llevando hacia adelante, sabiendo que no hay peligro; y, según cambian las orejas, su mirada se sosiega y no miran de reojo, sino de frente.
Ah, cómo me gustaría tener tan claro el comportamiento de las personas...y que, como los animales, no supieran mentir.