Iba yo tan contentiña a buscar una carga de hierba, cuando oigo un estruendo terrible: el remolque se había desprendido del tractor.
Recogida de la pieza, atado provisional , vuelta a casa a discurrir.
Porque lo que un mecánico sabe desde siempre, un tractorista aprende en un manual y un especialista encuentra en piezas de recambio, yo me lo tengo que inventar.
E inventando descubrí que el señor que me vendió el tractor de segunda mano decidió suprimir una pieza imprescindible, que hubiera evitado que los tornilllos y su alojamiento perdieran la rosca y la pieza se fuera a tomar viento.
Probé primero metiendo una llave de tuercas de mi viejo panda. Efectivamente, allí iba la solución a mi problema.
Yo, como Miguel Ángel, soy de las que se para a recoger un tornillo del suelo: ese hierro que veis ahí es la prueba. Como las tuercas estaban completamente oxidadas e inmóviles, dejé una como tope de izquierda. Luego corté , con una rebarbadora del hierro, la medida precisa. Y, con la misma herramienta, hice dos muescas para meter una horquilla de tope.
Los tornillos también, por debajo, con arandelas de presión para que se muevan lo menos posible.
Ahí lo teneis, nuevamente montado.
Es una tontería , lo sé. Me lo hacía un especialista en diez minutos y no sería demasiado caro.
Pero me hubiera privado a mi misma de la inmensa alegría de comprobar que todo se consigue.
Desde encontrar el desnivel del suelo que nos permita trabajar con facilidad, hasta ir comprobando el material que tengo, qué necesito, qué podré usar y cómo.
Solamente hay que ponerse.