Aún no era ministra la señora Aído y aún no sabíamos que había que decir pobro y pobra, en vez de pobre; infelizo e infeliza en vez de infeliz ; inocento e inocenta en vez de inocente. Si lo hubiéramos sabido, como ahora lo sabemos, este malentendido no se hubiera producido nunca. Claro que ,desgraciadamente para nosotros, nos hubiéramos perdido los denuestos maravillosamente escritos de don Arturo Pérez Reverte en "El Semanal", contra tanta estulticia y estulticio...
Pido perdón al Bicho, porque voy a contar una histora de familia, que a nadie interesa, porque mi familia no es famosa. Pido perdón al interesado, porque hoy, que es un hombre serio, ésto le parecerá una tontería.
Pero, después de las disculpa y, simplemente porque me divierte, ahí va.
Después del nacimiento del primo Genito y el segundo Genito, nació Sabela. Evidentemente, después de dos hombres, todo el mundo quedó encantado con la niña y todo, de alguna forma, giraba a su alrededor. (Independientemente de que era preciosa, claro). Segundo estaba interesadísimo ante aquello, no solo porque había roto la rutina, sino porque él, al contrario que Primo, nunca había vivido una experiencia similar.
Llegó la hora del baño; allí estaba Segundo, sin perder detalle. Y, de repente, habituado a las protuberancias propias y de su hermano, alucinando dijo "no tiene pinchiño"...
La abuela dijo "pobre..." y él dijo: "Sí, pobre".