Todavía resonaban por los patios de luces de los edificios las voces de los seriales. Juana Ginzo era conocida por más de la mitad de España. "Lucecita" y "La mansión de Jalna" eran la literatura radiofónica doméstica del momento...Ah, pero ya empezábamos a comprender que no era necesario guardar la vajilla buena para las fiestas y usar a diario los platos de" duralés"( o ¿duralex, sed lex?) transparentes y ondulados y los vasos de nocilla, de 5mms de grosor...llegaban nuevos tiempos y no importaba "romper un plato" y era genial sentir en la boca, al beber, el cristal finísimo...En la televisión aparecían caras preciosas que nos hacían soñar: Lalo Azcona, Sotillos, Macía, de la Quadra Salcedo; y Félix Rodríguez de la Fuente nos descubría la naturaleza todas las semanas, con su voz peculiar.
Hacía ya diez años que yo tenía un seiscientos con el que descubrir el mundo.
La España semicutre despertaba y Felipe González and company despenalizaron el adulterio...(el femenino, claro: el adulterio masculino, más que pena tenía gloria y tener "una querida", para un hombre era un honor, la pena era para la querida, que era una cuatro letras).
Fue entonces cuando mi madre le regaló a mi hermana mayor una "Melita", con sus seis vasos de finísimo cristal y le mandó, con todo ello, una poesía:
Es un don celestial ser sibarita / y tu, que lo posees por herencia/ prepara una infusión y en la melita/ comprueba la experiencia.
Y si el coñac te agrada/ lleva la meli al cuenco de tu mano/ imprímele tibieza al soberano/ alegra la jornada/ y bébelo con ritmo cortesano.
Brinda por mi salud con desenfado/ duerme ,luego, la mona/ que , como el adulterio no es penado/ podrás soñar, feliz, con Lalo Azcona.
¿ Os dais cuenta del profundo conocimiento de coñacs que tenía mi madre? Pues, sí. Era un sueño llegar a un humilde Magno. Los coñacs de aquella España eran Soberano, Veterano y 103...