Y, de repente, en mi blog han aparecido visitantes nuevos.
Lo mejor que tienen es que no pertenecen al mundo virtual sino al real y, ayer, mientras la abuela ciber me regalaba miles de flores virtuales, Ibán me regalaba caramelos reales. Y, no puedo elegir entre ambas cosas, porque si éstas me endulzan la vida, aquellas, a mi edad, me hacen reencontrarme con la primavera:
Juventud, primavera de la vida /
que te vas para no volver/
cuando quiero llorar no lloro/
y, a veces lloro sin querer...
Pero lo cierto es que cada edad tiene su encanto y, aunque la primavera ya ha pasado y estoy en el otoño, cuando vuelvo los ojos atrás, aún recojo flores con aroma...Y, en el presente, ¡tomates!
(y los caramelos que Ibán me da para sobornarme)