Tenemos una cierta tendencia a juzgar desde hoy lo que sucedió ayer. Y creo que cometemos un error, porque no estamos valorando como debemos nuestra evolución y crecimiento como personas.
Esta semana he visto dos cosas que me lo han confirmado, aunque ya hace tiempo que he visto otras: Ramón me comenta que le duele de Delibes su afición a la caza ("aventuras... a rabo""diario de un cazador") y el reflejo de esa afición en su obra (también Blanca hace referencia, creo, a esa afición, aunque no como un reproche). Y yo recuerdo a mi padre cazador y sé que hoy no lo sería. A eso le llamo evolución : a ver las cosas de otra manera.
Hace cincuenta años, los toros eran algo normal. Hoy nos alzamos miles de voces contra ellos (antes estábamos callados ¿no sentíamos igual?).
Hace cuarenta años un vecino mío le pegaba a su mujer. El resto de los vecinos callaban. Hoy, lo uno y lo otro son impensables.
Antes se decía "la letra con sangre entra" y se entendía que el aprendizaje era duro y alguna torta se perdía por el aire. Hacer hoy un juício sobre eso es quitarle importancia a lo que verdaderamente la tiene.
También a mi me llegó una por el aire:
Estábamos en La Cañiza, comiendo. Trece añitos, del alma. Adolescencia feroz. Alguna inconveniencia dije y mi madre me dijo "pero qué maleducada eres" y yo respondí " vaya, y me lo dice la que tenía obligación de educarme"...En toda la cara impactó la mano. Me levanté, muy digna y respondí a a la ofensa:"demasiado tarde".
(Para algo una leía mucho, iba al cine y había aprendido ya a representar en el teatro vital).
Eso no puede impedirnos recordar que hay cosas que siempre han sido inmorales. Siempre. Incluso antes de nuestra evolución hacia la ternura, la comprensión y la empatía ante el sufrimiento ajeno.
De esas es de las que hay que pedir cuentas.