Hoy ha venido a comer mi sobrina María.
Es hija de mi hermana segunda, la pequeña de su casa.
Hizo primero la carrera de biológicas, pero su vocación era ser veterinaria y lo consiguió, en Lugo. Hoy trabaja en un centro de Genética, que exporta semen de ganado premiado al mundo entero.
Y nos contaba que los animales, por muy bravos que parezcan, acaban adaptándose a cualquier cosa y adquieren costumbres como nosotros. Y nos dijo que los toros ni siquiera necesitan estímulos, suben las patas delanteras y sueltan el semen en segundos, dentro de los recipientes correspondientes.
Entonces comprendí el por qué de la tierna y triste mirada que desde siempre descubrí en las vacas.