La semana pasada, Añil( del blog "Azul añil") hizo una entrada preguntándose si ella era realmente lo que ella pensaba que era o lo que los demás creían que era.
Esta semana "Noche infinita (del blog "quien te puso Salvaora"), escribió un post con la rotunda afirmación que muchos repetimos "el hábito no hace al monje".
Creo que a ambas cuestiones se puede responder por medio de "la ventana de Johari", que encontrais sin problema en san google. (Desde el por qué de su nombre hasta las aplicaciones).
Y pienso que la enseñanza ha dado un cambio radical, del que mucha gente no se ha enterado: yo trabajo esos aspectos de la comunicación con mis alumnos y creo que eso los beneficia a niveles de relación y autoestima.
Mis alumnos comprenden perfectamente que cada gesto suyo, cada movimiento, cada manifestación inconsciente produce un impacto sobre los demás. Eso que los publicistas aprenden en su primer año de carrera (la comunicación subliminal del lenguaje no verbal) ya lo han trabajado en las actividades de tutoría en sus primeros años de ESO. Y creo que es la respuesta a Añil y a Noche: somos lo que pensamos y lo que los demás piensan; nuestro cuerpo expresa lo que, muchas veces, nuestras palabras callan. Es más real lo que nuestros compañeros de clases ven a lo largo de ocho horas de convivencia que lo que nosotros mismos vemos en diez minutos ante un espejo. Cuanto antes aprendamos a vernos, conocernos y aceptarnos, más felices llegaremos a ser.
Y hemos de reconocernos aunque nos duela: ¿no os habeis visto en vídeos y pensado "que horrible salí"? Esa es la imagen que los otros ven de forma permanente. Ni siquiera conocemos nuestra voz, porque no nos oímos.
Nuestra ropa (la que nosotros elegimos por nuestra forma de ser) es nuestro hábito. Ese hábito hace al monje que vive en nosotros.
Es posible que los chicos de hoy sepan poca geografía (o no), pero ellos no se harán preguntas que a nosotros nos han martirizado.