sábado, 20 de noviembre de 2010

Puede que sí


O puede que no. Puede que las nuevas formas de enseñanza que dan imortancia a las habilidades sociales y a la inteligencia emocional ayuden a las personas a ser más felices. O puede que muchos de los comentaristas de mi anterior post tengais razón y la mejor enseñanza sea la de siempre, la que considera que inteligentes son los capaces de la abstracción numérica.




No cuentan para nada la inteligencia emocional, ni la motriz, ni la musical, ni la filosófica. No importa que ese chico que triunfa en la vida tenga unas maravillosas habilidades sociales. Dirán de él que es "muy listo" (afirmando, entre paréntesis "no es inteligente, es listo, inteligente es fulanito, que no llegó a nada"). Porque, al final, los que trinfan son los "listos".








Allá, muy en el fondo de mi corazón, sé, como vosotros, que los profesores servimos para poco: los buenos alumnos lo son con o sin nosotros; los malos dificilmente cambian, por mucho que lo intentemos.



Las personas como los frutos: maduramos, queramos o no, con sol o sin él.



Maduramos hasta morirnos. Maduramos hasta pudrirnos. ¿O no?.






Os dejo algo para pensar sobre el lenguaje no verbal y su influencia: ¿os habeis fijado que en el ritual de la misa católica los sacerdotes tienen las manos abiertas? Es sabido que las manos abiertas inducen al que mira a creer y confiar, porque simbolizan la sinceridad.



También los políticos lo están aprendiendo ya, porque tienen asesores de imagen. Pero nos salva que el cuerpo los traiciona y , de repente juntan las manos y forman la llamada "ojiva de poder": cada dedo con su equivalente de la otra mano: los dedos separados entre sí, pero anular con anular, corazón con corazón, índice con índice. Cuanto más vertical, más poder se tiene. Los ministros nuevos y los presidentes del gobierno, empiezan con una ojiva horizontal; según va pasando el tiempo, los dedos van apuntando más hacia el cielo. Todos lo notamos. Algunos de manera consciente, porque lo sabemos y nos fijamos, otras de manera subliminal: porque nuestro cerebro es una máquina perfecta que trabaja al 10%.