Antes de la entrada definitiva sobre olores que haré el martes, para rematar la semana del olfato, quisiera hablaros sobre algo que me preocupa desde siempre.
Me explico: cuando yo tenía 12 años estudiaba segundo de bachillerato. Mi libro de lengua y literatura de editorial Anaya (nosotros le llamábamos Canaya), escrito por Correa y Lázaro Carreter, estaba lleno de poesías. Y teníamos que aprendérnoslas de memoria.
Una de ellas era "Las Carretas" de Juan Ramón Jiménez, de la que os hablé en mi primera entrada perfumada; otra era "Oriental" de Don José Zorrilla y también hablaba de olores. El capitán que mandaba una tropa de cuarenta gomeles, hablaba con una cristiana a la que llevaba cautiva y le decía "Yo te daré terciopelos y perfumes orientales / de Grecia te traeré velos y de Cachemira chales". No consiguió convencer a la mujer y entonces viene aquello:"dijo, como quien medita/en la mejilla una lágrima: si tus castillos mejores/que nuestros palacios son/ y son más bellas tus flores/por ser tuyas, en León/y tu diste tus amores/a alguno de tus guerreros/hurí del edén, no llores/vete con tus caballeros/ y dándole su caballo y la mitad de su guardia/ el capitán de los moros/volvió en silencio la espalda".
Yo estaba secretamente enamorada de aquel moro sensible que conocía perfumes increíbles y tenía fuentes con miles de surtidores. Yo, de tierras duras del norte, admirando la delicadeza de tules, plumas, terciopelos y un hombre que lloraba.
Y, en el libro de historia , estudiaba que la reina Isabel , de apodo católica, prometió no volver a lavarse hasta que conquistara Granada...
Y mi duda es, desde entonces, si el moro Boabdil no se rendiría y lloraría como lloraba por el olor que la reina Católica desprendía...¿como podría soportar semejante hedor alguien educado en el refinamiento y con una sensibilidad capaz de dejarlo expresarse con lágrimas?
Quizá también los judíos abandonaron España por lo mismo.
Esa duda permanecerá para siempre, pero lo que sí es patente y no me deja dudas es que, a veces, las declaraciones de la Iglesia que tiene el mismo apodo que Isabel, a mi me huele igual de mal y me entristece hasta las lágrimas.
Mi segundo apellido es Mouriño.
Y huelen:
http://arobos.blogspot.com/2011/02/los-olores-y-los-sonidos-del-campo.html
http://nocheinfinitamas.blogspot.com/2011/02/olores-del-amor.html
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He aquí el hedor que desprende el Banco de Santander:
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