La cuentista me pregunta si la imaginación es cuestión de trabajo o nace con uno.
Yo creo que ambas cosas son precisas, pero que" lo que la naturaleza no da no lo presta Salamanca".
Y me remito a mi infancia, de la que tu no recordarás mucho, porque estabas demasiado ocupada en tu adolescencia. Pero, seguramente, al contártelas, te suenen de nuevo, las cosas que yo inventaba en mi imaginación de enana.
Tuvimos la suerte de ser pequeñas en un pueblo, donde todos nos conocíamos y del que salieron preclaras cabezas, famosas hoy en este país nuestro ( nuestro pequeño país gallego) y sirvan como ejemplo la mujer más importante del panorama político gallego, por aquel entonces Mariloli Villarino, (que ya tenía madera de lider y a quién seguíamos saltando de piedra en piedra en las crecidas del río Limia, que rodeaba la academia donde estudiábamos y donde aprovechábamos el recreo en esos menesteres. Y me pregunto cómo estaríamos en clase, mojadas como sopas, después de haber tropezado y caído un par de veces, pero, ni un catarro...), y Carlos Casares, que tantos y tan buenos ratos nos hace y hará pasar con sus historias y con el que compartimos chichones y misas en el coche de su tío y en el desván de nuestra casa.
Nuestros vecinos más cercanos eran los Romero (todavía me emociona hablar de ellos) y el secretario y su señora ( por cierto, abuela de Mariloli).
La señora vivía con su hija Gena, a quién yo no se calcular la edad, porque para mi, entonces, solo había mayores y pequeños. Ella era, simplemente, mayor. Su madre, cada vez que nos veía pasar, nos decía si le podíamos ir a cualquier recado ( al pan, que estaba a diez metros y recados así, de escasa importancia, pero que a nosotros no nos hacía ninguna gracia). Utilizábamos mil tretas, para evitarlo, pero, una y otra vez, hacíamos el recado consabido, entre otras cosas porque antes, cualquier mayor mandaba en cualquier niño.
Yo descubrí el truco para no hacer recados: Ella estaba detrás de la ventana y solamente veía a los que pasaban por enfrente... yo pasaba por debajo de la ventana, por la cuneta (solo había acera por delante de Don Pepe).
Y, un día me dijo mamá :" me dijo Don Manolo que eres una niña muy educada, que siempre que pasas, le das los buenos días y las buenas tardes" y yo le dije :" no hagas caso, mamá, yo nunca le digo nada; como él está sordo, solo muevo los labios".
Castigo de Dios. Hoy nuestra madre está sorda como una puerta (de dos hojas) y yo como otra puerta (de una)