Esta mañana fue demasiado corta, porque trabajé mucho antes de entrar en internet. Y, al llegar me puse a repasar blogs de otros y sus comentarios y,cuando quise darme cuenta, se me había pasado la hora. No me importa, porque mi viaje matutino fue fructífero: encontré, nada menos que el blog de la Fundación de Saramago, con unos cuantos escritos suyos que, como siempre, no tienen desperdicio (al final de los blogs que visito, está la dirección). La entrada de hoy avisa, en portugués, de su nuevo libro y sé que tu y la cuentista, tardareis poco en tenerlo (tranquilo, que aun no salió, solamente está terminado, según anuncia Pilar)
Y, ahí, en ese blog de Saramago, hay una entrada hablando de Lisboa que comienza asi:
"Fisicamente habitamos un espacio pero sentimentalmente somos habitados por una memoria"
Con eso me bastaría para justificar lo que yo no sé decirte, pero quiero que sepas lo que sigue, porque es precioso:"La memoria que preferí guardar fue la Lisboa de mis primeros años. La Lisboa de la gente de poco tener y mucho sentir".
Yo estoy habitada por una memoria siempre profunda y, a veces dolorosa, porque, obligatoriamente, fuí una niña solitaria: mis hermanas mayores me llevan muchos años (siendo niños, no ahora, que la edad ya no importa) y, a la pequeña, se los llevo yo. Con relación a mis padres, a mi padre lo perdí con siete años y también a esa edad perdí a mi madre, demasiado ocupada en atender a una niña que nació después de morir su padre y en dar de comer a cinco bocas. Si a eso se une que por motivos laborales nuestra casa estaba lejos del pueblo, es fácil comprender que no estuviera muy acompañada.
En la pedagogía moderna ha aparecido una nueva palabra:RESILIENCIA. Resiliencia es la capacidad de los seres humanos para aguantar los golpes y superarlos. La palabra aparece ahora, porque los niños viven en dos extremos en los que se hace difícil: o están tan absolutamente mimados y cuidados que nunca esperan un golpe, o llevan uno detrás de otro (en casos de maltrato) y no tienen tiempo ni capacidad para asimilarlos.
Tu y yo somos resilientes. Y, porque lo somos, no necesitamos estar permanentemente viendo el lado oscuro de la vida.
Porque también estoy habitada por una memoria feliz y diáfana y, de esa, sí quiero haceros partícipes.