Un don que, a veces, como ahora mismo, no me deja dormir.
Porque ¿sabeis esas mariposas que dice la gente que se ponen en el estómago? Pues a mi desde hace ya bastante tiempo, desde que amo de cintura para arriba (con la cabeza y con ese músculo de todo lo bombea), se me ponen en el corazón.
Y hoy, las tengo, provocando una ligera taquicardia que no me deja dormir...
Tengo el don de provocar en los demás la confidencia.
Antes no lo sabía y siempre me sorprendía que de repente, personas a las que apenas había visto un par de veces, me contaran sus cosas, sin recato. Porque tiene lógica que cuando me conocen y saben que nunca ando en corrillos, que no critico a nadie, que no me interesa la vida de los vecinos, que nunca digo nada sobre lo que me cuentan, la gente se confíe.
Pero no es el caso. Me ha sucedido con personas vistas en una primera entrevista, sin más relación que tener un hij@ de alumn@.
Y lo más curioso es que siempre se me derrumban los fuertes, los que llevan el peso de la casa, los que asumen todas las responsabilidades...
Y puedo aseguraros que es maravilloso, porque se va notando como la gente se libra de una carga feroz y atenazante...solo con tu mirada atenta, con tu sonrisa o con tu abrazo.
Es verdad que antes no lo sabía, pero ahora sí. Y creo que los dones están para usarlos: ahora busco las confidencias como otros buscan el agua ante la sed.
Sigo teniendo voluntarios y me encanta, pero los que yo busco me llenan el alma. Y cuando se resisten (que a veces ni con mi don es fácil), penetrar en su alma es algo así como una medalla de oro de una olimpiada...por eso hoy mi corazón aletea como un enamorado:
Hoy Hernán me dijo que me quiere.