"Ana ¿por qué no vienes a Paradela que aquí no hay procesiones?"
"-É que el lune tengo que trabajá"
"Pero sábado y domingo, que las visitas, cuánto más cortas mejor"
"Te llamo en un momento"
Pasó un momento.
"Vale, el vierne alaochomenodié estoy en la estación de Ourense"
Y hoy, sábado nos comimos esa lubina salvaje...
sábado, 7 de abril de 2012
jueves, 5 de abril de 2012
Ciento cincuenta mil
En este anochecer de la vida, donde chispean estrellas.
Donde la luna baila.
A las nueve y cuarto de la noche en la que han decidido apagar las luces a las ocho y media,
mientras yo veo todavía las flores del manzano, desde la galería;
(flores que la tormenta maltrató con saña).
En ese tiempo de mi vida, digo, en que anochece, aunque ahora me tarde , me habeis hecho ciento cincuenta mil visitas. (Al fondo del blog está el contador).
Y, como no comprendo qué mérito encontrais en lo que escribo, solamente puedo dar las gracias a todos los que pasais por esta casa, aunque algunos lo hagan por error y buscando cosas que no encontrarán nunca.
Mi primavera ya no volverá, pero la del mundo, en esos amentos del nogal, me anuncia que en el otoño mi hermana podrá hacerme una tarta de nueces.
Donde la luna baila.
A las nueve y cuarto de la noche en la que han decidido apagar las luces a las ocho y media,
mientras yo veo todavía las flores del manzano, desde la galería;
(flores que la tormenta maltrató con saña).
En ese tiempo de mi vida, digo, en que anochece, aunque ahora me tarde , me habeis hecho ciento cincuenta mil visitas. (Al fondo del blog está el contador).
Y, como no comprendo qué mérito encontrais en lo que escribo, solamente puedo dar las gracias a todos los que pasais por esta casa, aunque algunos lo hagan por error y buscando cosas que no encontrarán nunca.
Mi primavera ya no volverá, pero la del mundo, en esos amentos del nogal, me anuncia que en el otoño mi hermana podrá hacerme una tarta de nueces.
martes, 3 de abril de 2012
Tormenta
Ayer trabajé toda la mañana y llevé a los caballos al prado.
Cuando quise reanudar la tarea a las cinco de la tarde, noté como Perdi, mi perrita, se pegaba a mi y se acurrucaba en cada una de mis paradas. Como es su comportamiento habitual, supe que iba a descargar una tormenta; acabé a toda prisa lo que estaba haciendo, guardé a Koro y Perdi y me fuí a buscar a Cuco y Chispa al prado. Estaban un poco nerviosos, pero no demasiado.
Llegamos a casa, a su espacio. Fué llegar y empezaron a caer pedruscos, sin darme casi tiempo a meterme en la cuadra de la hierba.
Y, desde allí asistí, alucinada, a la visión de la sabiduría instintiva y para mi incomprensible:
Habitualmente, sabiendo que tienen llenos los comederos, van derechos cada uno a su establo; como mucho dan una pasada rápida por el tractor, donde siempre hay hierba recién echada. Ayer, no:
Se separaron de la cuadra, del tractor, de mi y uno del otro, se colocaron con la cabeza hacia el sur-este y la grupa el noroeste y permanecieron absolutamente estáticos, recibiendo el granizo y la lluvia con la cabeza ligeramente inclinada.
Así se mantuvieron a lo largo de una hora, cambiando unicamente el peso del cuerpo de una pata de atrás a otra.
Llamé al Chispa varias veces, porque sé que no le gusta la lluvia. Al cabo de muchas volteó la cabeza dos segundos y me miró como diciendo "no comprendes nada".
Deseé con todas mis fuerzas entenderlos, recuperar ese instinto perdido en tantos años de civilización y que no sé en qué me ha mejorado...
De repente, cuando para mi todo era igual que antes, empezaron a andar y cada uno se metió en su cuadra.
Les cerré las puertas y , de lejos, me llegó de nuevo el canto de un cuco.
Y se acabó la tormenta.
A veces me pregunta la gente por qué tengo caballos. Ayer, más que nunca, me di cuenta de que son ellos los que me tienen a mi.
Cuando quise reanudar la tarea a las cinco de la tarde, noté como Perdi, mi perrita, se pegaba a mi y se acurrucaba en cada una de mis paradas. Como es su comportamiento habitual, supe que iba a descargar una tormenta; acabé a toda prisa lo que estaba haciendo, guardé a Koro y Perdi y me fuí a buscar a Cuco y Chispa al prado. Estaban un poco nerviosos, pero no demasiado.
Llegamos a casa, a su espacio. Fué llegar y empezaron a caer pedruscos, sin darme casi tiempo a meterme en la cuadra de la hierba.
Y, desde allí asistí, alucinada, a la visión de la sabiduría instintiva y para mi incomprensible:
Habitualmente, sabiendo que tienen llenos los comederos, van derechos cada uno a su establo; como mucho dan una pasada rápida por el tractor, donde siempre hay hierba recién echada. Ayer, no:
Se separaron de la cuadra, del tractor, de mi y uno del otro, se colocaron con la cabeza hacia el sur-este y la grupa el noroeste y permanecieron absolutamente estáticos, recibiendo el granizo y la lluvia con la cabeza ligeramente inclinada.
Así se mantuvieron a lo largo de una hora, cambiando unicamente el peso del cuerpo de una pata de atrás a otra.
Llamé al Chispa varias veces, porque sé que no le gusta la lluvia. Al cabo de muchas volteó la cabeza dos segundos y me miró como diciendo "no comprendes nada".
Deseé con todas mis fuerzas entenderlos, recuperar ese instinto perdido en tantos años de civilización y que no sé en qué me ha mejorado...
De repente, cuando para mi todo era igual que antes, empezaron a andar y cada uno se metió en su cuadra.
Les cerré las puertas y , de lejos, me llegó de nuevo el canto de un cuco.
Y se acabó la tormenta.
A veces me pregunta la gente por qué tengo caballos. Ayer, más que nunca, me di cuenta de que son ellos los que me tienen a mi.
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