En el centro en el que trabajo, el viernes por la mañana tuvimos actividades. Supongo que la mayor parte de los centros de enseñanza hacen lo mismo.
Hubo muchas y muy diferentes: desde las competiciones deportivas que nunca faltan, a proyecciones de películas de dibujos animados( Galicia tiene una buena producción), pasando por el clásico festival en el que todos cantan villancicos. En fin, un día en el que los alumnos son protagonistas y los mayores aplaudimos a rabiar.
Pero, hubo algo que dejó un poso maravilloso en mi corazón y me hizo recordar a Contrahecho, el hombre que visita el desierto y nos habla de su maravillosa experiencia, el hombre que nos cuenta que a los europeos nos llaman "mañana", porque todo lo haremos mañana, sin pensar que a veces el mañana no existe...El hombre que me hace pensar que la gente del desierto tiene que ser especial, porque la inmensidad, la lejanía del horizonte, nos da la medida de nuestra pequeñez.
Una de las actividades, realizada ya el año anterior con éxito, consistía en que, en estos tiempos donde tanta gente está lejos de su lugar de origen, los foráneos nos explicasen la Navidad de sus tierras: ante nosotros pasó la navidad en Méjico, Colombia, Venezuela, Perú, Argentina y Nigeria.
Nos hablaron de comidas y costumbres... Pero, faltaba alguien: vestida de gala, con su traje de las fiestas, una niña saharaui, que se vino a Ourense con su familia, nos contó sus dos ritos y,después, con una tiernísima voz dijo algo así: nosotros somos muy pobres, pero ese día nos ponemos nuestras mejores ropas y la gente se pide perdón.
Los demás habían hablado de fiesta y comida; ella habló de ropa y sentimientos.
Todavía resuena en mi cabeza: y la gente se pide perdón.
Perdonad que os pida que, antes de acabar el año, os pidais perdón. Gracias.
martes, 30 de diciembre de 2008
lunes, 29 de diciembre de 2008
Antes de que acabe el año
Mi madre es un pozo de sabiduría, que nos sorprende cada vez que nos juntamos. Por ella hemos aprendido cuando no debemos seguir bebiendo. Y os lo explico para que también a vosotros os sirva de guía.
Nosotros, gracias a Dios, solemos tomar buen vino (el preferido Faustino I, reserva de 94, pero mi cuñado me manda siempre una caja de Vizconde de Ayala de reserva, que levanta el ánimo). Lo malo del buen vino es que se sube y, si uno se despista, puede excederse... Un día fuí a servirle más y llevando los dedos a los lados de la nariz, me dijo "ya no puedo beber más".
El índice a un lado y el anular al otro, con la nariz en medio, era interpretado por nosotros como "estar a dos velas""no tener un duro", o algo así...Entonces se explicó: "Yo voy bebiendo y de vez en cuando me paso así los dedos; cuando la sensibilidad en esa zona está como si empezara a adormecerse (cuando se duerme un pié y parece que no tocamos el suelo), es que ya no debo beber más". Probadlo. Es auténtico.
Estas Navidades nos habló del ombligo.
Nos dijo:" cuando yo tenía vuestra edad, me cabía un dedo en el ombligo. Hoy ya no me cabe ni el rabo de una cereza" Y se explicó: "hace algún tiempo me di cuenta de dos cosas: según envejecemos, las orejas se van separando del cráneo y el ombligo disminuye de tamaño".
Que lo sepais. Si mi madre lo dice, es cierto.
(No pudimos comprobarlo, porque aunque le pedimos que nos lo enseñara, siempre se negó porque había "niños" delante...)
Nosotros, gracias a Dios, solemos tomar buen vino (el preferido Faustino I, reserva de 94, pero mi cuñado me manda siempre una caja de Vizconde de Ayala de reserva, que levanta el ánimo). Lo malo del buen vino es que se sube y, si uno se despista, puede excederse... Un día fuí a servirle más y llevando los dedos a los lados de la nariz, me dijo "ya no puedo beber más".
El índice a un lado y el anular al otro, con la nariz en medio, era interpretado por nosotros como "estar a dos velas""no tener un duro", o algo así...Entonces se explicó: "Yo voy bebiendo y de vez en cuando me paso así los dedos; cuando la sensibilidad en esa zona está como si empezara a adormecerse (cuando se duerme un pié y parece que no tocamos el suelo), es que ya no debo beber más". Probadlo. Es auténtico.
Estas Navidades nos habló del ombligo.
Nos dijo:" cuando yo tenía vuestra edad, me cabía un dedo en el ombligo. Hoy ya no me cabe ni el rabo de una cereza" Y se explicó: "hace algún tiempo me di cuenta de dos cosas: según envejecemos, las orejas se van separando del cráneo y el ombligo disminuye de tamaño".
Que lo sepais. Si mi madre lo dice, es cierto.
(No pudimos comprobarlo, porque aunque le pedimos que nos lo enseñara, siempre se negó porque había "niños" delante...)
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