En la ciudad perdida
Te encontré en una esquina de la ciudad perdida.
Tu mirada traspasó mi alma y se alojó en mi
conciencia,
como una daga encendida.
Desde entonces busco una respuesta para ofrecértela,
pero no he podido hallarla en ningún lugar del mundo.
Fotografía y texto número diecisiete.
Estas
manos hicieron mil papillas con maizena y lavaron la ropa de sus hijos a
mano en enorme pila del patio mientras ellos dormían, acariciaron su
pelo entre sueños bajo un techo con goteras y con el frío alrededor en
aquella casa pobre de cosas y rica de amor.
Estas
manos arrugadas tocaron el fondo de todo y resurgieron de nuevo a la
superficie de todo, cosió los rotos de la ropa y de los corazones,
planchó las arrugas de la vida con su sonrisa, quitó con sus dedos las
espinas de las rosas para que los suyos no se las clavaran en la risa,
alisó los caminos, cocinó maravillas para calentar sus estómagos chicos,
arropó sus noches con ternuras de madre, madrugó para seguir en la
lucha, trasnochó para darlo todo, sus manos eran incansables dando,
tocando, estando siempre para ellos. Estas manos cansadas ya de la vida,
ahora están quietas, mano sobre mano, con la conciencia buena de quien
ha sabido ser madre. Sobre todo, madre.
Foto y texto número dieciocho
No somos estupendas porque somos mujeres, que también. Somos estupendas
porque seguimos luchando para que no se nos relegue a un segundo
término, porque queremos igualdad de oportunidades en todos los ámbitos
de la vida, queremos igualdad en el trato entre hombres y mujeres, de
eso se trata. Ellos también nacieron del vientre de una mujer, todas las
mujeres de la foto fueron madres y merecen por ello respeto. Juntas
seguimos en el camino, juntas en los hechos y en la palabra, juntas
caminado por la senda de una mejor convivencia y más justa.
Foto y texto número diecinueve.