lunes, 18 de agosto de 2008

Las miserias del vecindario

Estaba yo muy feliz, hablando por teléfono con mi hermana mayor, cuando oí los ladridos de los perros y presté atención :sonaba el timbre. Asomé la cabeza y vi a la pareja de la Guardia Civil. Les dije que ya salía y me despedí de mi hermana. Salí. Dos amabilísimos agentes me informaron de que había sido denunciada porque mis perros habían atacado a otro y el dueño del mismo reclamaba el pago de la factura del veterinario. Evidentemente, soy y me siento responsable de mis animales y, cualquier cosa que ellos hagan, la asumo como propia. Recordé que el jueves, cuando salía a buscar hierba, ellos salieron corriendo en dirección contraria a la habitual y, aunque fue cuestión de segundos, porque inmediatamente los vi correr delante del tractor, tuvieron tiempo de dar un susto a alguien y dije que, sin problema me hacía cargo de la factura del veterinario. Me preguntaron si los tenía asegurados y contesté que, por supuesto, estaban incluídos en el seguro de la casa.Uno de ellos me dijo que probablemente el seguro no se haría cargo, porque estaban fuera del recinto y respondí que no importaba, que igualmente asumía los gastos. La denuncia fué puesta por los confiteros, los que con sus gritos acaban con mi calidad de vida y de los que hablé a finales de julio.Los guardias no me pidieron ningún tipo de declaración; tomaron nota de mi documento de identidad y se llevaron mi póliza del seguro diciendo que debían hacerle una fotocopia... (aún no sé para qué).Me llamaron a las 4 de la tarde, diciéndome que vendrían a las 5 y que el denunciante había decidido retirar la denuncia si yo me hacía cargo de la factura.A las 5 en punto estaban a la puerta de mi casa y me dijeron que los acompañara, para hacer el abono. Y allá fuí, de infeliz...Los guardias llamaron a la puerta y el perro supuestamente agredido salió a recibirnos...sin un rasguño.Los guardias no dijeron nada. Salió el dueño, le pedí la factura y dijo que no quería que yo pagara nada, que estaba dolido porque su señora me había llamado y yo no había hecho caso, menospreciándola...Yo, sentada en el tractor, moviéndome,la única llamada que oiría es la llamada de Dios y eso porque, cuando me llame será para llevarme al otro mundo y no tendré más remedio que dejar de hacer lo que esté haciendo y no por voluntad propia.Y los guardias empeñados en decirme que el hombre tenía buena voluntad, porque quería retirar la denuncia. Buena voluntad sería no haberla puesto y venir a hablar conmigo, que saben bien donde es mi casa. Recibí el pago a un antiguo favor, por parte del pastelero: hace tres años, salí un día a mi huerta y me encontré a su perro. Encerré a los míos y fuí a devolverlo a su casa. Abrí el portón y lo metí dentro y al volver hacia la mía me encontré al hombriño en su todoterreno,con cara de desesperado. Le dije que si buscaba a su perro, se lo había llevado a casa. Me dijoque llevaba tres horas buscándolo. A los dos días me llamó desde su jardín para que me acercara ( cuando lo correcto sería que me dijera que lo esperase y se acercara él a mi, pero en estos tiempos la educación brilla por su ausencia), me acerqué y, por encima de un seto,me quería entregar una tarta. Evidentemente,no la quise, porque ni las formas ni la proporción me parecieron las adecuadas.Alegué, sinceramente, que lo había hecho por vecindad y dije que él , en mi lugar, habría hecho lo mismo. Supongo que todo el proceso fue una pataleta snob. El perro se llama César.El dueño se llama Lolo.El viernes me demostró que él NO habría hecho lo mismo.