Todo el mundo tiene, en su vida un antes y un después de algo. Frecuentemente, un antes y un después de personas que dejaron huella, de enfermedades que los marcaron, de cambios de países o ciudades que influyeron en su forma de vida, en fin, todos sabeis de qué hablo.
Cuando yo estudiaba (sigo estudiando , pero de otra forma), en el catecismo, que eran las normas de la doctrina cristiana, especificaba que había sacramentos que imprimían carácter y eran aquellos que se reciben una sola vez, pero nos marcan para siempre : son el bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal. Pues yo también he tenido algo en mi vida que ha imprimido carácter.
Se llamaba Seño, era una perra bóxer y cambió mi vida para siempre.
Llegué a ella para "curarme" de otro perro, que se me había muerto. Decir que era única, no es decir nada, porque todos son, siempre, únicos.
El caso es que un buen día decidí cruzarla. Y tuvo ocho cachorros. Ocho.
Y, en un piso, de repente, fuimos diez...
No era solo cuestión de espacio. También fue cuestión de comodidad, de higiene, de humanidad...
Decidí comprarme una casa en una aldea cercana, desde donde pudiera ir y venir al trabajo.
Y, después de mucho buscar, encontré Paradela.
Paradela es , en mi vida, lo que marca el antes y el después.
Nunca antes había tenido un huerto. Nunca antes había tenido una planta, ni siquiera en una maceta. Flores solamente cuando alguien me las regalaba. Nunca había vivido en una aldea.(Yo solo soy de pueblo). Cuando iba al monte era de excursión , a buscar setas o a pasear al perro.
De las herramientas del campo, de algunas sabía el nombre, de otras, ni eso.
Y, llegué a Paradela.
Hace diecisiete años, casi dieciocho, llegué a Paradela. Y quisiera morirme aquí.