Hoy a la mañana fuí de compras al Carrefour. Hace algún tiempo hicieron una remodelación y colocaron los libros justo en la entrada (luego dicen que los españoles ya leemos más y lo achacan a los planes de enseñanza, cuando quien promociona la lectura son las estrategias de las grandes superficies...).Pretendía yo, a pesar de la estrategia de los franceses, pasar subrepticiamente más allá de Saramago, que con su "viaje del elefante" me llamaba, con toda la sabiduría del rey Salomón, partiéndome por la mitad, entre el ir y el no ir; querer y no querer; ser y no ser. Cuando ya el no ser, el no querer y el no ir habían ganado la partida, me tropecé con Manuel Zabal. Y , como cada vez que lo veo, sentí no ser más inteligente para poder alcanzar su profundidad. Mientras él hablaba, yo fuí salpicando de vanalidades su discurso, por miedo a no entenderlo. Y él me hablaba de un filósofo mientras yo intentaba sobrenadar y flotar sobre cosas de las que hablaba el cura de mi pueblo, Don Benito, que insultaba desde le púlpito a las mujeres del coro, llamándoles cosas cochinas e indecorosas que cualquiera de mi edad recordará sin esforzarse demasiado. Manolo, benevolente conmigo, como siempre, reía mis tontas ocurrencias. Hablamos bastante rato (el hablaba y yo minimizaba) hasta que me dijo:
"¿Sabes? llevo mucho tiempo sin poder morirme porque no encontraba un epitafio. Ahora ya lo he encontrado. Pero no estoy tranquilo tampoco, porque aunque le hice prometer a mi mujer que me lo ponga, no me fío mucho".
Yo lo tranquilicé, diciendo que yo sí cumplo mis promesas .
Lo que no le dije es que si yo voy delante, haré que lo pongan en la mía.
Zabal quiere poner "Pasaba por aquí".
Si voy yo primero al otro barrio que me pongan" Pasaba por aquí; Manolo, tu quédate un rato más".