Alicia es otra cosa. Ella se cuida y no se maltrata. Yo me maltrato (físicamente) y no me cuido. Cuando era joven era campeona de natación (nada por delante y nada por detrás).
Hoy ya he conseguido tener una jorobita por detrás y que no me importe nada el nada de delante. Quien me quiera ha de quererme así, porque ya he decidido que eso es lo que hay y no me voy a sacrificar absolutamente nada para ser de otra manera. Ya he conseguido tener arrugas y acabar con la cintura.
Y, ayer, yo ayudé a Alicia a coger kiwis, ella me ayudó a subir al desván, al que hay que acceder por una trampilla en el techo. Quería buscar unas cajas para encontrar pasado.
Y, vaya si lo encontré: cartas de mi madre, de mi hermana mayor, de la segunda y de la pequeña, cartas que tienen 50 años, casi.
Esa es la otra Paradela: la de la oscuridad y el silencio; la del repaso de la vida y su asunción y la comprensión de lo que antes no estaba claro. La de la preparación del futuro.
Esa es la Paradela cuyos techos y suelos construí con mis manos.