Hoy me levanté recordando la infancia (creo que es algo que afecta más, cuantos más años se tienen): Eran tiempos en los que cada día hacíamos "examen de conciencia". Y, para ayudar a ello, yo tenía un librito del colegio, que me iba guiando para no olvidar nada, haciéndome preguntas...las he olvidado casi todas, pero su esencia eran los mandamientos. La primera pregunta, la que nunca pudo ser bien contestada y que me quitaba el sueño era "Al levantarme ¿dediqué mi primer pensamiento a Dios?" Yo siempre dedicaba mi primer pensamiento al desayuno humeante y dulce que me esperaba...
Es día de examen de conciencia, porque el año se acaba. Y no es mala la costumbre de hacerlo cada día, ahora que ya sabemos que no es pecado pensar más en el desayuno que en un dios tan mal representado.
Hoy, en mi examen de conciencia me pregunto si mis pensamientos han ido dedicados a los demás tanto como a mi misma. Y, por momentos, creo que sí.
Y deseo de corazón que todo el mundo, este año que entra, sepa que, al despertar le espera un humeante y dulce desayuno.