Sé que esperais fotos de comida: centollo para hacer boca,
pizza Paradela, porque el marisco, al cabo de una hora, da hambre
y almendrados de postre.
Yo sé que eso es la rutina y me someto a ella porque soy bien mandada. Pero no es de eso de lo que quiero hablar: todo este mes he estado enredada en cosas del trabajo en el centro. Y, en mi trabajo de convivencia, he tenido que hablar con una alumna de primer curso de bachiller cuya inteligencia la mete casi continuamente en líos. En una de nuestras charlas, me hizo un dibujo esquemático de un ser humano con varias capas concéntricas diciendo "es que no sé si sabré explicarme...yo veo así a las personas: todas tenemos esos apartados. Algunos no lo saben y otros lo saben, pero no quieren acceder a ellos" Todavía no sé si me estaba hablando de trascendencia o de emotividad. Quizá de ambas. Tendré que volver a escucharla, a dejarla expresarse.
Y en mi trabajo de tutora he escuchado durante dos horas y media a una madre que me miraba perpleja, diciendo "no entiendo qué me ha pasado, nunca había hablado de esto con nadie"
La conclusión a la que llega mi cabeza simple, después de comprobar cómo esa gallina se queda quieta, esperando a que la coja en brazos,
es que la mayor necesidad de los seres vivos es poder expresarse y ser aceptados.