En la masa que ya sabemos hacer, extendida con el rodillo, con ayuda de un vaso, hacemos redondeles
Cada uno de esos redondeles lo volvemos a extender un poco con el rodillo (es la forma de que no haya empanadillas primorosas, todas iguales, para evitar la monotonía al comer una igual a otra) y le metemos dentro, en este caso pechuga, jamón y chorizo, según caiga...
La cerramos, que es tímida y no le gusta mostrar su interior
ý, con un tenedor apretamos la masa para que quede hermética. De ahí, a la sartén con aceite abundante (de Jaén) y caliente...
Preparamos una fuente con papel absorbente, para que, aunque estén bien escurridas, queden sin aceite.
Treinta y cinco, me salieron, preparadas para ir a la mesa.
Y picantones de segundo plato.
De postre, flan y fresas
Eso quedó, de asado
Y eso de empanadillas. Éramos, como cada domingo, cuatro a la mesa.
El truco para comer así de bien es que no hay tele, hay conversación.
Y , después una magnífica partida de canasta, madres contra hijos. Y llevan cuatro semanas seguidas ganando las madres, ante la desesperación de los hijos.
Jejeje...