Ya está guardada la hierba empacada para el invierno,
que, aunque Cuco está solo, es más abundante que el pasado año.
Entre esas malas hierbas se esconden las gallinas y decidí segarlas,
encontrando uno de los motivos por los que se escondían,
no pude evitar romper dos, porque no imaginaba que tenían su ponedero propio...
No os vais a librar de ver la mesa del sábado, con su brécol al dente,
su lomo asado
y los pescados que trajo mi hermana
y que estaban deliciosos.
Y eso se vió después de la tormenta del sábado.
El domingo estuvimos solitas, que los niños tenían "celebraciones".
Estas dos últimas semanas fue un continuo "no parar".
Tengo una gallina clueca a la que compré seis huevos fecundados, para que satisfaga su maternal impulso. Creo que es Coco. Chanel me abandonó y se fué al paraíso de las aves, en el otro lado.
Y a Frida se le empalideció la cresta a tal punto que temí por su vida. Como internet es el gran remedio, en "san goguel" leí que podría ser una dolencia hepática derivada de parásitos internos y/o externos. Entonces recordé que cuando Koro (mi perro) era pequeñito tuvo una infestación de coccidios que le erradicaron con unas pastillas para palomas; llamé a Abel (siempre Abel Salvador) para que fuese a la clínica veterinaria a buscar las pastillas (Appertex, por si alguien las necesita).
Aquella misma noche se las dimos y Frida corre ya luciendo una cresta más chula que la que Alaska lucía en los tiempos remotos.
Y eso todo me tuvo apartada, viviéndolo.
Felices quince días de mes, que aun faltan.