martes, 2 de junio de 2009

Primavera ourensana

Debería de decir ourenferma, porque es tanto el calor que produce malestar.
Incluso yo, que vivo trescientos metros más arriba, noto el sofoco de esta canícula adelantada. Anteayer, en el balcón de mi madre, a las nueve de la noche, cuarenta grados (lo que supone cuarenta grados a la sombra, después de haber refrescado).
En mi Paradela amada, en mi casa antigua y vieja, las paredes tienen un metro de espesor. Cuando los pajaritos se fríen en los árboles, yo me pongo algo de manga larga, para no pasar frío...
He oído hablar de una cosa que se llama aire acondicionado . No se cual será la condición de ese aire, debe de ser estupenda porque gasta electricidad por un tubo. Pero yo, aquí, en el tercer mundo, en una casa de cien años, confío en aquellos aldeanos atrasados que, sin medios, sin conocimientos, sin instrumental y sin gastos de mantenimiento, han creado, para que yo lo disfrute en el siglo 21, un espacio en el que vivir sin verano ni invierno.