Hay días vagos para la escritura.
Pero nunca tengo días vagos para el pensamiento.
Ayer me pasé todo el día pensando en mi condición agricultora.
Porque Monserrat me mandó unas fotografías de los cultivos que hace su marido y Ramón me dice que le recuerdo a su padre en el cuidado de mis plantas...
Y yo pensé que no.
Los hombres hacen siempre las cosas a lo grande. Yo a lo minúsculo.
Los hombres quieren ver rendimiento. Yo, pequeño fruto.
El hombre domina la tierra. Yo la cultivo.
Y ésto no es un reproche, ni una reivindicación: creo que es un hecho general (siempre hay excepciones, claro, que confirman la regla).
Las mujeres hacemos para nuestros hijos las mejores croquetas del mundo porque ponemos en ellas dedicación exclusiva: dejan de ser rentables. Los grandes cocineros, en general, son hombres.
Las mujeres lavamos y planchamos la ropa de los nuestros (ya muchos hombres lo comparten),pero las lavanderías industriales son negocios, casi siempre masculinos.
Los jardines de casa están al cuidado de la mujer; los jardines de los Ayuntamientos están casi siempre en manos de hombres.
Los huertos minifundistas gallegos pertenecen a las mujeres; las fincas, las grandes extensiones de patatas, maiz, centeno, son trabajo de hombres.
La hierba cotidiana la cortamos nosotros: Las pacas para todo el año se las encargamos a los hombres...
Yo no necesito rendimiento, poder ni posteridad.
Yo quiero que mi tierra se sienta (ella, no yo) orgullosa de dar fruto.
Yo no escribo para que se me recuerde como escritora, escribo para compartir.
Por eso le canto a los tomates, por eso le hablo a la María, por eso cocino para los míos, por eso escribo para vosotros. Estoy viviendo al día, estoy disfrutando el momento. Como una mujer simple. Como una simple mujer.