martes, 9 de septiembre de 2008

Y, hoy, nuevamente," las niñas"

La maravilla de mi casa, es que, a pesar de ser mayores todos los hermanos, hay entre nosotros la misma relación que cuando éramos niños y eso permite que los vínculos estén siempre presentes. No sirve de nada ser primos, si los padres de esos primos ni siquiera se tratan. Quizás a esa relación ayuda, por un lado el haber quedado huérfanos muy pronto ( lo que nos hizo unirnos en la ausencia siempre presente), la insistencia de mi madre en que "teníamos que ayudarnos mucho unos a otros y, de forma definitiva, el hecho de ser mayoría de mujeres, porque la mujer siempre tira hacia su casa...

A lo que iba:

Mi padre era un loco de los coches. Cuando se murió, en el año 1954, tenía dos: una "rubia",( que se llamaba así porque la carrocería era de madera barnizada) y un "hanomag", un coche alemán, negro, que , después de su muerte, vendió mi madre (por 25.000 pesetas), al señor Benigno, un mecánico que tenía un taller en el que había muchos carteles curiosos (curiosos para mi , en aquel momento, por la facilidad para el malentendido). Aparte de los habituales de la época ("Prohibido hablar de religión y de política","no escupir","no blasfemar") había otros dos, que yo fundí en uno solo: "En caso de robo o incendio, la casa no responde. No se fía" Y asumí que no se fiaba de que el robo no lo pudiera hacer el mismísimo cliente...(Ahora "creo" que quería decir que había que pagar al contado).
Bueno, pues mi padre, además de amar lo coches, le gustaba usarlos.
Allá se iba, camino de Ourense, con mis hermanas mayores. La segunda se mareaba muchísimo y "Ay, ay, ay, ay, que cosa tan terrible es el mareo"...el que no lo haya sufrido, no puede ni imaginarse lo mal que se pasa...Y entre el pueblo donde vivíamos y Ourense, estaban las curvas de Allariz : tres o cuatro kilómetros de bajada en curva, por aquellas carreteras que, según las malas lenguas, diseñaba un burro, que evitaba la pendiente... Y mi hermana segunda le decía a mi padre:" Ay, papá, déjame bajar, que yo voy a pie y os espero abajo". (Y eso que aún no se había inventado el "papá no corras" ni el "gracias por no correr")