El antes y el después del que os hablé hace días, no se refieren solamente a mi aprendizaje de la vida del campo.
Esa es una de las múltiples facetas del cambio. De mi cambio.
Que comenzó con un ataque de "amor propio" y se ha ido transformando en un aumento de autoestima.
Allá por 1970 saqué el carnet de conducir y tuve un profesor de autoescuela que fue un mentor para toda mi vida. El primer día de la práctica, todo me salió bien. El profe me aplaudió a rabiar, me llenó de piropos y me motivó a base de bien.
Ay, pero llegué al día siguiente y, no sé si por un exceso de confianza o porque tenía el día tonto que todos tenemos derecho a tener de vez en cuando, todo me salió al revés. Todo.
Y , cuando llegamos a mi casa, apeándome del coche le dije." Bueno, ya ve que ésto no es para mi. Lo dejo". Se bajó del coche él también y me dijo " Acaba usted de darme la mayor desilusión de mi vida. Cada día enseño a personas sin ningún tipo de preparación que sacan su carnet a base de esfuerzo y empeño. Usted, que tiene una buena base de aprendizaje, si lo deja, no tiene perdón.
Mañana la espero a la misma hora. Si no quiere venir, no pasa nada." Ya suponeis que volví y que saqué el carnet...a la segunda, porque me olvidé de preparar los test...(mi profesor se llamaba José Antonio de la autoescuela "la Orensana").
Nunca más me rendí ante un reto.
Y la vida en Paradela es un reto permanente: mis labores del campo comenzaron porque queriendo contratar a un hombre para que me trabajara, a pesar de pagarle más de lo normal, no cumplían jamás su palabra y "mañana" siempre era "mañana". Hasta que me dije "y si yo..."
Y me compré una fresa manual. Mi primera herramienta seria...A ella le siguieron las desbrozadoras, las motosierras, el tractor, la segadora... Porque primero intentaba contratar a alguien y cuando no cumplían su compromiso conmigo yo me decía "Y si yo..."