domingo, 8 de noviembre de 2009

Fitosanitarios

Durante estas dos pasadas semanas, he hecho un curso de "aplicadora de fitosanitarios", porque sabeis que hay una ley que obliga a tener carnet para poder envenenar la tierra.
Yo hice el curso, en primer lugar para saber por qué no debo usar "plaguicidas". En segundo lugar para saber si realmente ese curso significaba que los gobiernos se han dado cuenta del daño que estamos haciendo y querían mentalizarnos de que todo lo que acaba en -cida significa matar:matar la hierba, matar los hongos, matar los insectos...Pero no. Solamente nos han dicho que tengamos en cuenta que cada vez que usamos algo de eso, usamos un veneno y hay que protegerse: trajes, gafas, botas, guantes, mascarillas...
Y comprobé que me miraban como si yo estuviera loca. ¿Qué hacía allí, una mujer con estudios? Si ellos se vieran en mi piel, no se acercarían a los cultivos para nada...
Cada día quise decirles que nos había engañado el antiguo testamento, que no hay un castigo en la tierra, que ganar el pan con sudor es falso, que Caín no estaba maldecido por ser agricultor.
Cada día quise decirles que hay que amar la tierra para que nos ame. Que el fruto nace del trabajo amoroso, no del sudor, aunque el sudor fertilice la tierra; que el trabajo del agricultor es el más digno, el más hermoso, el que nos permite echar raíces y permanecer en un espacio para siempre. Si así no fuera, tendríamos que ser pastores, cambiando de pasto en pasto, con una tienda de campaña.
Es el agricultor el que permite que el pastor permanezca, porque la hierba solo sabe cultivarla el agricultor.
Nadie puede vivir sin el agricultor. Él es el núcleo, él es el origen, él es la raíz, él es la vida.
Él es el sembrador y la semilla.
Sin él nada podría sobrevivir.
Y, el día que todos lo entendamos, ya no habrá que hacer campañas ecologistas.