Hoy me desperté "filosofanta" (decir filosófica me parece un insulto a la sabiduría) y me puse a pensar que me daría pena morirme sin...
Un momento, antes he de aclarar que yo pienso en la muerte cada día : sobretodo cada noche, al acostarme , antes de dormir , pienso que quizá ya no me despierte.
Y no lo pienso con pena, ni con miedo, es , simplemente, que sé que eso puede suceder. Quizá sea esa cercanía a la muerte la que me hace ser generosa y andar siempre repartiendo, porque ya que a mi no me hará falta, que lo disfruten los demás. Y no me impide hacer planes, porque siempre habrá quien los continúe si yo falto y soy feliz mientras planifico y quemo etapas.
Y creo que también es esa cercanía con la muerte la que me hace disfrutar cada segundo de la vida.
Para disfrutar me sirve una rara ciruela,
la recolección del orégano, con el que haré ramilletes,
la comprobación del sistema de la vieja radio de mi padre, que señala en qué color debe estar el cursor
para sintonizar cada emisora, (un lujo sintonizar otros países en los tiempos de Franco)
maravillarme de que en 1950 se pensara en cinco tipos de tensión diferentes (yo solamente conozco 125 y 220)
y de que dentro hubiera un transformador para adaptar cada una de las tensiones
tener inquietud para buscar y desentrañar misterios
o sentirme feliz de que la báscula de la abuela, de fabricación inglesa y que marca kilos y libras, me diga que una de mis patatas pesa 850 gramos.
Sí, creo que vivo intensamente porque soy consciente de mi muerte en cualquier momento.
Pues, pensaba yo que me da pena morirme sin haber conocido a habitantes de otros mundos, sin saber cómo han gestionado ellos sus espacios y si han sido más inteligentes que nosotros o también han convertido sus galaxias respectivas en estercoleros donde unos pocos ensucian y muchos pasan hambre.