Volvió a tocar cocido. Aunque parezca que los garbanzos son pocos, es porque solo he sacado la cuarta parte de los que hay...
El domingo comimos abajo porque el tiempo estaba desapacible y apetecía encender la chimenea.
Los emparedados: corto el pan sin llegar al fondo , meto el jamón, los pongo en una de esas fuentes de barro y los dejo dos horitas (o más, depende de lo duro que sea el pan) en leche (dándole la vuelta para que tanto el pan como el jamón se suavicen con la leche). Luego los rebozo abandantemente en huevo y los frío en aceite caliente , por ambos lados.
Las castañas las cuezo echándolas en agua fría, con sal y semillas de hinojo (fiuncho, le llamamos aquí), que son un excelente digestivo. Para saber si están cocidas, se pinchan con un tenedor. Cuando están, se escurren y se dejan en la tartera, tapadas con un paño.
La tarta y el mus de limón que se ve detrás, son cosa de mi hermana, que es la que nos endulza la vida.
Seguro que, esos dos, están poniéndose de acuerdo, aunque lo disimulen, para ganarnos a la canasta.
Y ganaron, pero les costó lo suyo.
Luego, Víctor ganó al chinchón y yo a la escoba (cruel destino).
Feliz semana.
Y buena huelga el jueves.