Yo sé que es por la lluvia por lo que mi día se puso melancólico.
Y me puse a repasar entre mis libros.
En mi librería tengo tres estanterías dedicadas a la literatura femenina. Hay de todo; desde autoras consagradas como Rosalía de Castro, Ana María Matute, Margarita Durás, Marguerite Yourcenar, Simone de Beauvoir, Virginia Wolf, Almudena Grandes o Rosa Montero, hasta cositas como Helene Hanff (para mi, imprescindible su libro "84, Charing Cross Road") o Fannie Flagg, con su, no hace mucho, famoso "Tomates verdes fritos".
En todos ellos he encontrado muchos de mis pensamientos, de mis sentimientos, de mis inquietudes.
Y, cuanto más sencillos, más me impactan. Será porque soy simple.
En "El clan del oso cavernario" aprendí que las manzanas del invierno hay que guardarlas después de las primeras heladas, que son las que le quitan el sabor amargo. (Unos libros con tanto sentido y mirad lo que aprendí).
En "Tomates verdes fritos" me quedé con una frase: (La anciana explica a la visitante)"Lo que me habían puesto en el brazo. Era una banda blanca que decía: Mrs. Cleo Theadgoode...anciana de ochenta y seis años...Madre mía. Fue la primera vez que me di cuenta de que me había hecho vieja".
También entonces yo me di cuenta que todos los seres humanos nos encontramos con la vejez de repente, sin darnos cuenta de cómo hemos llegado hasta allí. Que no estaba sola en eso.
Por eso hace mucho que me llamo anciana a mi misma.
Vosotros os empeñais a veces en contradecirme con cosas como "la vejez no está en los años" o "el espíritu es joven".
Mi hermana la mayor se enfada, diciendo que entonces qué le queda a ella...
Pues, que os quede claro: lo digo y lo seguiré diciendo, para que la vejez no me pille por sorpresa, a ver si de una santa vez empiezo a creer que estoy envejeciendo...