En esa pared hay siete metros. En cada metro, siete estanterías. En todas ellas, libros, para que se sepa que no hay solamente mujeres. Hay muchos más hombres.
Estamos en la última luna menguante de agosto: tiempo de podar cerezos y melocotoneros. Y mi vecino Roca usó en mis árboles su podadora,
las ramas más altas las corté yo, subida a la escalera, con sus indicaciones.
Aunque para el melocotón, sobraron esos tres peldaños.
Y estos condenados comen cada día y me obligan a trabajar.
Fijaos cómo está Mila...huele a metros de distancia.
Los higos, en sazón, algunos ya van directamente al cubo de los caballos,
Porque esa higuera da de comer a un batallón. Al acabar la cosecha, allá en noviembre, también tendrá su poda.
Hoy alguien dice que está cansada, que dejará el blog por un tiempo. Y yo creo que debo de estar loca, porque yo uso el blog para descansar.
Lo que me cansa, a veces, es vivir y, sobre todo, pensar que con los cubos de fruta que yo doy cada día a mis animales y con la que hay tirada por los caminos, podrían seguir vivos muchos niños que se mueren de hambre y sed.